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Un satélite nos Cuida

En México por diferentes circunstancias derivadas de las insuficiencias en los recursos destinados al sistema de salud, los enfermos suelen ser cuidados principalmente por sus familiares, situación que provoca estrés e incertidumbre en todos los involucrados, y genera en consecuencia, una gran tensión familiar, cansancio, desesperación y perdidas económicas de alto costo al gasto de bolsillo.

En este contexto, si alguien se pregunta qué es la Cuenta Satélite de la Salud de México, o qué significa el Producto Interno Bruto Ampliado del Sector Salud (PIBA), aconsejo se remitan a la valoración económica de las actividades que directa e indirectamente participan en el cuidado de la salud, elaborado por el INEGI. Ahí encontrarán descrito un fenómeno por todos conocido, pero rara vez comentado en términos cuantitativos y cualitativos, y su impacto en la economía de los hogares en México. Esta valoración contempla el costo y tiempo destinados al cuidado de enfermos temporales o crónicos, así como a personas con discapacidad, del propio hogar y de otros hogares; incluye también el trabajo voluntario efectuado en instituciones de salud no lucrativas. El análisis resulta fundamental para sustentar el diseño, implementación y evaluación de políticas públicas.

El PIBA del sector salud en 2014, equivalió al 5.3% del PIB total nacional, alrededor de 908 mil millones de pesos. Lo relevante de esta cifra es que el 1% es considerado como trabajo no remunerado; su valor económico alcanza los 174 mil 419 millones de pesos en ese año. No se descarta, que dicho cálculo sea subestimado y que futuras mediciones alcancen niveles preocupantes, ya que es previsible el aumento exponencial de las enfermedades no transmisibles dados los factores de riesgo existentes, además del envejecimiento de la población. Bajo este panorama, es de esperarse que la carga de la discapacidad en México demandará una mayor contribución de los "cuidadores informales".

Según cifras oficiales del INEGI, en 2014 el tiempo que se destinó en el seno familiar a las actividades de prevención, cuidado y mantenimiento de la salud, fue de más de 4.4 mil millones de horas. La información complementaria que provee el PIBA del sector salud no puede eludirse, pues replantea la pérdida económica a nivel hogar y familiar asociada a las diferentes enfermedades y discapacidades.

Quizás lo más preocupante del trabajo informal no remunerado, resulta de la consideración de que este costo vendría a sumarse al gasto de bolsillo en salud que hace la población, y que ya ronda el 45% del gasto total en salud. Lo anterior indica que, adicional al gasto que los mexicanos enfrentan en medicamentos, consultas médicas y tratamientos no suministrados por los aseguradores públicos y privados, habría que agregarle en alguna medida considerable el costo del trabajo no remunerado que aportan los miembros de la familia.

Hablar sobre la relevancia de incorporar en la agenda pública de la salud el concepto del trabajo no remunerado arriba descrito, nos refiere a la tarea pendiente de fortalecer el sistema universal de salud en México y de lo útil que sería diseñar e implementar políticas públicas que atiendan a la población que participa en actividades no remuneradas, compuesta en general por mujeres, niños y adultos mayores. También resulta imprescindible estudiar el efecto diferenciado del trabajo informal por estratos socioeconómicos e incluso por entidad federativa.

Por tal razón son bienvenidas las recientes declaraciones, y primeras acciones, anunciadas por el Presidente de la República y el Secretario de Salud, de confirmar a la política de salud como una condición indispensable para el ejercicio de los demás derechos y libertades, así como reconocer que sigue vigente el objetivo de implantar un sistema universal de servicios de salud y comprometer acciones concretas para reducir la brecha reconocida en ese sentido.

El autor es Presidente Ejecutivo de la Fundación Mexicana para la Salud